Colmenas en la ciudad para salvar a las abejas

Colmenas en la ciudad para salvar a las abejas

Colmenas en la ciudad, el sueño de los apicultores urbanos. En las azoteas, en los jardines, en las terrazas y balcones, panales de rica miel albergando a cientos de miles de abejas que trabajan sin descanso para producir sus preciados productos y fomentar la biodiversidad.

La apicultura urbana está de moda. ¿El objetivo? Producir miel en casa y, de paso, ayudar a las abejas, actualmente en peligro de extinción. O justo al contrario, ayudarlas puede ser una prioridad, y la miel el regalo que obtenemos por hacerlo. Casos y motivaciones, los hay para todos los gustos.

Las abejas, beneficiosas para las ciudades

Sea como fuere, los grupos defensores de esta práctica están convencidos de que las abejas son beneficiosas para las ciudades por un sinfín de razones. Pero abramos el zoom, porque tratándose de las abejas no puede obviarse su papel clave en el mantenimiento de ecosistemas y como sostén de la seguridad alimentaria.

Por lo tanto, que lo son para el mundo no cabe duda. Como es bien sabido, las abejas son polinizadores, lo que las convierte en pieza clave de los ecosistemas actuales. De hecho, de las 100 especies de cultivos que abastecen al mundo con el 90 por ciento de los alimentos, las abejas polinizan el 70 por ciento. Es decir, una inmensa mayoría de ellos, por lo que nuestra supervivencia depende de la suya, sin más historias.

La gravedad de la situación que implica la caída en picado de las poblaciones de abejas en el mundo, observada durante la última década ha llevado a iniciativas como ésta, la práctica de la apicultura urbana para contrarrestarla, en la medida de lo posible.

La producción de miel en las ciudades es beneficiosa para el entorno urbano porque, fundamentalmente, prometen un entorno más verde. Su polinización lo promueve y, al mismo tiempo, si la ciudad le corresponde creando o adaptando espacios verdes en los que puedan ser felices sin necesidad de comer perdices, entonces se crea una sinergia positiva para ambas partes. Ciudades más verdes, abejas contentas y mucho más saludables.

Por su parte, el entorno urbano puede ser más amigable para las abejas, simplemente porque los pesticidas, el que parece ser su principal enemigo, se mantiene alejado. Paradójicamente, el campo es más agresivo para ellas a consecuencia de la colonización llevada a cabo por la agritultura intensiva, basada en el uso de productos químicos a tutiplén.

Producir miel en casa

Los huertos urbanos ecológicos son otro enclave perfecto para ubicar una colmena artificial, tanto por respresentar un entorno natural libre de pesticidas como por la labor polinizadora que realizan, necesaria para el éxito de los cultivos.

La moda de poner una colmena en casa, ya sea en la terraza o en cualquier otro lugar, encuentra el freno de las normativas municipales. No todas las ciudades permiten hacerlo, aunque lo cierto es que la penosa situación de las abejas está ayudando convertir las restricciones en permisividad.

Informarse al respecto es, por lo tanto, el primer paso que ha de dar todo aspirante a apicultor urbano y, en caso de una normativa restrictiva, conviene saber a qué distancia mínima del núcleo urbano se puede instalar.

Quizá en un huerto urbano cercano sí haya posibilidad de hacerlo. Y, por cierto, en algunas ciudades en las que sí está permitido, como París, Londres o Brooklyn, no faltan quienes hacen negocio con la miel casera, vendida con gran éxito como producto delicatessen.

El mercado oferta una gran variedad de colmenas, muchas de ellas diseñadas de tal modo que permiten colectar la miel sin necesidad de exponerse directamente a los insectos, siempre preparados para clavar su aguijón cuando ven amenazado lo suyo.

Las abejas, contra las cuerdas

Las abejas desaparecen. Su alarmante ritmo de desaparición ha aumentado de forma exponencial en todo el mundo. ¿La causa? Sigue siendo una incógnita, pero cada vez se logra averiguar más al respecto, y hay un amplio consenso en atribuir su debacle al uso y abuso de pesticidas.

Por la cuenta que nos trae, conocer la razón de su declive es fundamental, y en ello se han empleado científicos de todo el mundo desde que comenzó su preocupante decrecimiento hace ya unos años. Desde entonces, el ritmo de pérdida de población no ha mermado, y toda iniciativa que ayude a su recuperación es bienvenida.

Colocar colmenas en las ciudades es una manera efectiva de ayudarlas o, lo que es lo mismo, de ayudarnos a nosotros mismos, pues dependemos de ellas para la supervivencia de la especie humana y, en general, para que la biodiversidad no se colapse.

Además de su función clave en el mantenimiento de ecosistemas y, por lo tanto, en la cadena alimenticia, a las abejas se las considera bioindicadores, algo así como los canarios de las minas de carbón, que eran utilizados para alertar de la presencia de gases nocivos.

En este caso, su función no es alertar de la presencia de gases, sino del estado ambiental de un lugar concreto. Si un hábitat determinado tiene problemas de contaminación de cualquier tipo, en especial la atmosférica, la biodiversidad se verá afectada, lógicamente, y las abejas son un buen indicador para valorar si el medio ambiente goza de buena salud.

En este sentido, las ciudades en la que las abejas puedan prosperar serán entornos urbanos más saludables que aquellos otros en los que no puedan hacerlo. ¡Dar la bienvenida a las abejas y ser buenos anfitriones con ellas es dar la bienvenida a la vida!

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