¿Por qué no triunfa el hidrógeno como combustible de vehículos?


Seguro que muchos os preguntáis por qué no lanzan al mercado más vehículos propulsados por hidrógeno, siendo una tecnología suficientemente evolucionada para su uso masivo y que no contamina. Pasa el tiempo y no acaban de imponerse y, entonces, algunos comienzan a sospechar de las compañías petroleras y, también, de las automovilísticas, acusándolas de paralizar el desarrollo de métodos de combustión más limpios y ecológicos.
Sin negar que las presiones de este tipo de compañías existan, ya que, al fin y al cabo, se quedarían sin negocio, el tema es más complicado de lo que parece a simple vista. A favor del hidrógeno hay ciertas condiciones: la tecnología es totalmente viable, robusta y presenta ventajas medioambientales indiscutibles. En EcologíaVerde, vamos a explicar por qué no triunfa el hidrógeno como combustible de vehículos.
Métodos de producción de hidrógeno
El único contaminante que emiten los coches que funcionan con hidrógeno son óxidos de nitrógeno, y esto sólo a muy alta temperatura. Las emisiones de monóxido de carbono (CO) y dióxido de carbono (CO2) son casi nulas. Por tanto, no se contribuiría al cambio climático. Así que, ¿por qué no se generaliza su uso?
Hay varios obstáculos, pero dos de ellos son difícilmente salvables: no se puede producir hidrógeno con un método barato y limpio y, por otra parte, no existe una red general de distribución, de hidrolineras, por ejemplo.
Para que el hidrógeno se use masivamente, hay que crear un sistema de producción, transporte y almacenamiento del combustible. El hidrógeno que necesitan los coches no existe en la naturaleza. Es decir, que hay que crearlo. En cambio, los combustibles fósiles sólo hay que sacarlos del interior de la tierra, procesarlos y llevarlos donde se quieran usar. (Por supuesto, con un coste medioambiental muy alto, tanto en la extracción como en la distribución y uso.)
En la actualidad, hay varios métodos que permiten producir hidrógeno fácilmente y a un coste razonable. Se conseguiría, si se sustituye la gasolina por hidrógeno, una enorme reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Algunas técnicas de obtención del hidrógeno usan carbón o gas natural y generan, inevitablemente, dióxido de carbono (CO2), pero se hace de una forma centralizada que permite separar y gestionar el gas contaminante. En el caso de usar biomasa como materia prima, el proceso resulta mucho más limpio.
Otro método es la electrolisis, que consiste en descomponer el agua aplicando corriente eléctrica. Siempre que esta corriente eléctrica sea generada de forma renovable, el hidrógeno se producirá con muy bajas emisiones de gases de efecto invernadero. En este sentido, la descomposición termoquímica del agua aprovechando las elevadas temperaturas de los reactores nucleares o de los concentradores solares produce hidrógeno a través de uno de los procesos de producción más limpios que existen.
También hay procesos que se basan en alterar el metabolismo de bacterias o algas gracias a la luz solar. Son procesos limpios, pero que se deben mejorar para aumentar la eficiencia.

La distribución
El otro gran obstáculo que debe superar el sector del hidrógeno para uso en vehículos es su transporte y distribución. Actualmente, los costes de distribución son muchos más altos que los de la gasolina o el gasóleo. En principio, sólo es rentable si el hidrógeno se produce cerca o en el mismo lugar donde se va a utilizar.
Una posible solución a la distribución sería crear una infraestructura global a través de una red general de tuberías, pero eso supone una inversión inicial enorme. ¿Y si se usara lo que ya existe, las redes que permiten el petróleo, los oleoductos? De hecho, ya se está probando usar la infraestructura de distribución del gas natural: se inyecta hidrógeno en los gasoductos y se separa en el punto de destino. Un gaseoducto permite transportar hasta un 20% en volumen de hidrógeno con unos mínimos cambios en la red.
Otra ventaja del hidrógeno es que se puede mezclar con gas natural. De este modo, la falta de esa infraestructura de distribución puede ser compensada mezclando los dos compuestos. En cuanto al transporte y almacenado, el mayor problema es la seguridad.
En definitiva, hay algunos problemas que hay que resolver, pero, poco a poco, la ciencia avanzará para que el hidrógeno se pueda convertir en el sustituto de los derivados del petróleo en los medios de transporte.
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