Principales fuentes de emisión de CO2

Principales fuentes de emisión de CO2

La actividad humana no le hace cosquillas al planeta, precisamente. No lo mima, ni siquiera lo respeta. Sabemos de sobra cómo las gasta ese primate llamado ser humano, resultado de un proceso evolutivo que duró millones de años, iniciado con los primeros primates. De aquello hace 65 millones de años, en concreto, y desde entonces, el ser humano, del suborden de los haplorrinos y de la familia hominidae, no ha dejado de dañar a otras especies y contaminar el planeta. ¿Su última hazaña? Provocar la sexta extinción masiva, consecuencia de factores propiciados por los humanos, como la superpoblación, la explotación de recursos y la contaminación.

En lo que respecta a la contaminación, las emisiones de dióxido de carbono (CO2) provocan un exceso de gases de efecto invernadero tal que solo si lo frenamos a tiempo podremos detener sus nefastas consecuencias. Pero, si bien es cierto que el hombre está contribuyendo en gran medida a aumentar el CO2 que existe en la atmósfera, existen fuentes naturales de emisión de CO2. Aún así, el cambio climático se debe a la actividad humana.

Combustión de combustibles fósiles y biomasa

Salvo que ocurran milagros en las próximas cumbres climáticas (COP21 y siguientes), la producción de CO2 no dejará de aumentar en los próximos años. Ocurre desde la revolución industrial, especialmente cuando se empezó a abusar de la combustión de productos derivados del petróleo, en el siglo XIX, y a provocar desastres ambientales a través de una masiva deforestación, sumideros de carbono que van reduciendo su capacidad para absorber carbono.

Desde entonces, el nivel de concentración de CO2 de la atmósfera se ha disparado. A las causas naturales se les suman las ocasionadas por el ser humano. No olvidemos que más del 75 por ciento de las emisiones de CO2 provocadas por el ser humano provienen de los combustibles fósiles, en los que englobamos el carbón, el gas natural y el petróleo.

Al producirse la combustión, el carbón contenido en ellos es devuelto casi por completo a la atmósfera, provocando un importante desequilibrio del ciclo del carbono. Para hacernos una idea de la situación, ahí van unos datos: mientras la concentración del CO2 atmosférico era de 280 ppm en el periodo 1000-1750, en el 200 pasó a 368 ppm. En porcentajes, equivaldría a un incremento de un 31 por ciento, un aumento sin precedentes. Actualmente, la concentración es la mayor en los últimos 420.000 años, y quizá también sea la máxima de los últimos 20 millones de años.

A esta situación que llevamos la friolera de 150 años sin controlar contribuyen algunas actividades humanas. Las que implican quemar combustibles fósiles y biomasa (leña, pellets, gas, petróleo y combustibles) nos permiten producir energía, con la que obtenemos electricidad, o utilizamos para producir materiales o, por ejemplo, para el transporte.

Hoy, una de las huellas de carbono más profundas proviene del transporte de mercancías y personas. El coche, el avión, el transporte por carretera, ferroviario y marítimo, entre otros tipos de transporte, son grandes emisores de CO2, si bien algunos lo son más que otros, en especial en transporte aéreo o por carretera.

Por mucho que se haya avanzado en transporte sostenible, su uso no deja de ser anecdótico dentro del contexto general, del mismo modo que aumenta el uso de energías renovables, aumenta todavía más el uso de combustibles fósiles. Actualmente, el 99 por ciento de la energía utilizada para el transporte procede de combustibles fósiles, y la tendencia no tiene pinta de cambiar. Igualmente, el consumo de electricidad se genera sobre todo a partir de la combustión de combustibles fósiles. Salvo países como Francia o Canadá, el resto los necesita para generar entre el 60 y el 80 por ciento de su electricidad.

Principales fuentes de emisión de gases invernaderos: suministro de energía

Sin embargo, según el Intergovernmental Panel on Climate Change, el grueso del CO2 emitido se debió al capítulo suministro de energía eléctrica, en el que se incluyen el gas, vapor, aire acondicionado y agua para uso industrial y doméstico, representando más de una cuarta parte de las emisiones mundiales de Gases de Efecto Invernadero antropógenos (causados por el hombre) en el informe de 2004.

La producción industrial

Los procesos industriales (incluyendo además de las industrias manufactureras, la construcción, minería y agricultura) también son otra importante fuente de emisiones de dióxido de carbono. Ya sea mediante el uso de combustible fósil para obtener el calor y vapor necesarios para las diferentes etapas de su producción como por ser grandes consumidores de electricidad. A ello, además, hay que sumar las emisiones provocadas por el transporte de sus materias primas y productos.

La industria manufacturera, -especialmente las papeleras, productos de base mineral, alimentación, refinerías de petróleo, metal, químicas-, son las que más contribuyen a las emisiones producidas de CO2 por la industria, así como la producción de cemento, hierro y acero, entre otros procesos industriales, pues tratamientos de las rocas carbonáticas (piedra caliza, creta, etc.) muy polucionadores.

Fuentes naturales de emisión de CO2

Pero no solo el ser humano es fuente de emisiones de CO2. Durante millones de años, la atmósfera ha estado recibiéndolo procedente de muy distintas fuentes, como el mismo proceso de respiración de un sinfín de seres vivos, que extraen oxígeno del aire que respiran y emiten CO2, si bien las plantas compensan esta emisión al ser también sumideros de CO2 cuando realizan la fotosíntesis.

Los incendios forestales son otra fuente de CO2 atsmosférico a tener muy en cuenta. Muchos se producen de forma natural, pero incluso éstos hoy pueden deberse de forma indirecta a la acción del hombre, ya que el cambio climático los propicia a través de los denominados eventos extremos.

Las características de los incendios son distintas, ahora son más numerosos y virulentos, pues hay más periodos de sequía, olas de calor, y éstos a su vez son más severos. Igualmente, cuando los seres vivos mueren se descoponen en procesos orgánicos que suponen emisiones de CO2. Por último, además del magma, las erupciones volcánicas producen emisiones gaseosas, entre ellas el dióxido de carbono.

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