CFC o clorofluorocarbonos: qué son, ejemplos y productos
Los clorofluorocarbonos (CFC) son sustancias químicas gaseosas que se emplearon enormemente durante el siglo pasado desde su creación en 1928. Estos productos fueron investigados y se demostró que sus propiedades ponían en peligro la salud pública al destruir la capa de ozono, razón por la que su uso fue prohibido.
En este artículo de EcologíaVerde te explicamos qué son los CFC o clorofluorocarbonos y te explicamos qué efectos producen, mostramos algunos ejemplos y productos más utilizados.
Qué son los CFC o clorofluorocarbonos
Los CFC o clorofluorocarbonos son sustancias químicas constituidas por átomos de carbono, flúor y cloro, pertenecientes al grupo de los halocarbonos, por lo que no son tóxicas ni inflamables. Los CFC fueron sintetizados por primera vez en 1928 por Thomas Midgley como una alternativa a las sustancias químicas empleadas en los frigoríficos. Tras la II Guerra Mundial, se utilizaron como propulsores en insecticidas, pinturas, acondicionadores para cabello y otros productos de atención médica.
Entre 1950 y 1960, fueron utilizados en los aires acondicionados de casas, automóviles y oficinas. El uso de CFC a nivel mundial se incrementó enormemente con un millón de toneladas métricas producidas anualmente en Estados Unidos, siendo utilizados en la fabricación de aerosoles, refrigerantes, agente expansor para espumas y material de embalaje, así como en solventes.
Ejemplos de CFC o clorofluorocarbonos
Los compuestos de los clorofluorocarbonos son derivados volátiles de metano, etano y propano. Así pues, algunos ejemplos de clorofluorocarbonos más populares son:
- Metilcloroformo: un CFC muy conocido, utilizado en el pasado como líquido de correcciones en la escritura bajo el nombre comercial de Tippex. Se estima que es la fuente responsable de más de la mitad de emisiones de cloro en la atmósfera proveniente de CFCs.
- CFC-113 o tricloro-trifluoroetano.
- CFC-12, diclorodifluorometano o F-12: se usaron extensivamente como refrigerantes, propelentes en aerosoles, solventes y agentes expansores de espumas. Al no ser tóxicos ni inflamables, tenían muchas utilidades, así como por su paso rápido de líquido a gas y viceversa, con una temperatura de ebullición de -30 ºC.
- CFC-11, F-11 o triclorofluorometano: empleado con los mismos fines que el CFC-12. Hubo un tiempo en que fue uno de los CFC más comunes utilizados como propelente en casi la mitad de aerosoles fabricados en todo el mundo. Su temperatura de ebullición es de 24 ºC.
- CFC-114 o diclorotetrafluoroetano.
- CFC-115 o cloropentafluoroetano.
Productos con CFC o clorofluorocarbonos
Los clorofluorocarbonos no tienen fuentes significativas naturales. Han sido utilizados como refrigerantes, como propelentes, como solventes industriales en la fabricación de espumas y como agentes de limpieza en la fabricación de electrónicos. Por ello, si te preguntas dónde se encuentran los clorofluorocarbonos, algunos de los productos que contienen CFC, a pesar de estar prohibida su utilización desde 1996, son:
- Refrigerantes en aires acondicionados.
- Propelentes en aerosoles.
- Refrigerantes en frigoríficos.
- Haloalcanos en aeronaves.
- Hasta 2009, los CFCs podían encontrarse en inhaladores para controlar el asma.
- Solventes desengrasantes.
Efectos de los clorofluorocarbonos
Tras haber explicado qué son los clorofluorocarbonos, haber visto algunos ejemplos y descubierto en qué productos se encuentran, veamos ahora cuáles son los efectos de los clorofluorocarbonos en la capa de ozono, la atmósfera y nuestra propia salud.
Al tratarse de compuestos químicamente inertes, inicialmente se pensó que los clorofluorocarbonos resultarían inocuos para la atmósfera, pero con el tiempo se comprobó que, al llegar a la estratosfera, los CFC reaccionaban con la radiación ultravioleta, que es más intensa en esta parte de la atmósfera. Al interaccionar con la radiación, los clorofluorocarbonos sufren una descomposición fotolítica que los convierte en fuentes de cloro inorgánico. Los átomos de cloro liberados catalizan la conversión de las moléculas de ozono en oxígeno, pudiendo llegar a destruirse hasta 100.000 moléculas de ozono por cada átomo de cloro. Es por esto que los CFC están asociados a la destrucción de la capa de ozono, lo cual tiene consecuencias muy perjudiciales y fomenta la contaminación química, pues el ozono absorbe parte de la radiación ultravioleta del Sol, específicamente la comprendida entre las longitudes de onda de 280 y 320 nm, que resulta dañina para los organismos tanto animales como vegetales. Así pues, la destrucción de la capa de ozono aumenta la cantidad de radiación UV-B que llega a la superficie terrestre y hace peligrar la vida en la Tierra.
La utilización de CFCs ha resultado en la creación de agujeros en la capa de ozono en distintas partes del mundo y por esa razón su empleo ha sido prohibido en un gran número de países. Sin embargo, a pesar de su prohibición, debido a su inercia química y a su insolubilidad, los CFCs cuentan con largas esperanzas de vida en la atmósfera, razón por la que siguen teniendo impacto sobre esta entre decenas y cientos de años tras su liberación. Debido a todo esto, desde 1987 en el protocolo de Montreal, los CFCs son reconocidos como compuestos químicos dañinos, razón por la que en ese protocolo y otros acuerdos internacionales (como el de Kioto de 1997) se ha determinado la necesidad de disminuir y eliminar su utilización, puesto que además de lo ya mencionado, los CFCs también actúan como gases de efecto invernadero.
Aprende a cuidar la capa de ozono con los consejos que compartimos en este artículo: "Cómo cuidar la capa de ozono".
Efectos de los clorofluorocarbonos en la salud
A pesar de que su utilización ha ido disminuyendo gradualmente, pueden existir antiguos frigoríficos y otros aparatos en servicio hoy en día con su consiguiente impacto negativo sobre la salud mediante su inhalación, ingesta u otro tipo de contacto físico. La inhalación de CFCs afecta al sistema nervioso central, de manera que los efectos de los clorofluorocarbonos en la salud pueden provocar problemas como dificultad respiratoria, afecciones a los riñones y el hígado, cefaleas, temblores, convulsiones e incluso alteraciones del ritmo cardíaco y, en casos extremos, puede llegar a provocar casos de asfixia y muerte. El contacto de los CFCs con la piel puede provocar irritación epitelial, dermatitis o incluso congelación (en el caso de exposición a CFCs presurizados, como los presentes en refrigerantes). A su vez, la ingesta de CFCs puede ocasionar náuseas, vómitos, diarrea y otras alteraciones digestivas.
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