Curiosidades de las libélulas


Las libélulas son insectos pertenecientes al orden Odonata, ampliamente distribuidos en ecosistemas acuáticos y reconocidos por su capacidad de vuelo. Aunque comúnmente observadas en entornos naturales, su biología, comportamiento y características ecológicas no siempre son bien conocidas. Cuentan con curiosidades realmente sorprendentes que seguro que ni te imaginabas. Por ejemplo, son más antiguas que los dinosaurios, no pican ni muerden a los humanos y son indicadoras de ecosistemas saludables. Por ello, vamos a dedicar este artículo de EcologíaVerde a contarte las mejores curiosidades de las libélulas.
- Son más antiguas que los dinosaurios
- Expertas del vuelo
- Cazadoras letales
- Ojos que lo ven casi todo
- Una vida doble: acuática y aérea
- No pican ni muerden a los humanos
- Indicadoras de ecosistemas saludables
- Diversidad y colores
- Curiosas estrategias de reproducción
- No son lo mismo que los caballitos del diablo
Son más antiguas que los dinosaurios
Las libélulas existen desde hace aproximadamente 300 millones de años, lo que significa que ya estaban volando cuando los primeros dinosaurios comenzaban a aparecer en la Tierra. En aquella época, el contenido de oxígeno en la atmósfera era mucho más alto que en la actualidad, lo que permitió que algunos insectos alcanzaran tamaños gigantescos.
Las libélulas fósiles del género Meganeura, por ejemplo, tenían una envergadura de hasta 70 cm y eran auténticos titanes del aire. Aunque hoy sus descendientes no alcanzan ese tamaño, su estructura corporal ha cambiado muy poco, lo que demuestra lo eficaces que ya eran desde un principio.
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Expertas del vuelo
El vuelo de las libélulas es uno de los más sofisticados del mundo animal. A diferencia de otros insectos, pueden mover cada par de alas por separado, lo que les permite realizar acrobacias aéreas con una precisión asombrosa. Pueden acelerar rápidamente, frenar en seco, girar en el aire y hasta volar boca abajo durante un instante. Además, su capacidad para mantenerse en suspensión les permite cazar al acecho, como si fueran pequeños drones naturales. Esta habilidad no solo les ayuda a atrapar presas, sino también a evitar a sus depredadores, como aves, ranas o arañas.
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Cazadoras letales
Las libélulas son verdaderos depredadores del aire. Gracias a su velocidad, precisión y excelente visión, pueden detectar a una presa, calcular su trayectoria y atraparla en pleno vuelo sin fallar. Lo más sorprendente es que no cazan de forma instintiva y errática como muchos otros insectos: diversos estudios han demostrado que ajustan su vuelo en función de la velocidad y dirección del objetivo, anticipándose a sus movimientos, como un sistema de predicción natural.
Las libélulas de algunas especies pueden consumir entre 30 y 100 mosquitos al día, por lo que también son aliadas valiosas para el ser humano, especialmente en zonas con alta densidad de estos insectos.
Ojos que lo ven casi todo
Los ojos de las libélulas son tan grandes que ocupan casi toda la cabeza, y no es para menos: cada uno puede contener hasta 30.000 omatidios, las unidades básicas del ojo compuesto. Esto les permite ver en casi todas direcciones sin mover la cabeza. Además, su visión no solo es panorámica, sino también muy sensible al movimiento y a los colores. Se ha demostrado que pueden ver la luz ultravioleta y detectar la polarización de la luz, algo que el ojo humano no puede hacer. Esta ventaja les permite distinguir a otras libélulas, encontrar fuentes de agua e identificar posibles amenazas o presas a gran distancia.
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Una vida doble: acuática y aérea
Aunque la imagen más conocida de la libélula es la de un insecto alado volando sobre un estanque, lo cierto es que pasan la mayor parte de su vida como ninfas acuáticas. En esta fase, que puede durar desde unos meses hasta cinco años, dependiendo de la especie y las condiciones del ambiente, viven ocultas entre el lodo o la vegetación acuática. Son depredadoras activas y voraces desde el inicio, capaces de lanzar un apéndice extensible desde su boca para atrapar presas con una rapidez impresionante.
Una vez completado su desarrollo, emergen del agua durante la noche o el amanecer, se aferran a una planta y comienzan su metamorfosis: su exoesqueleto se rompe y sale la libélula adulta, lista para volar por primera vez.
No pican ni muerden a los humanos
Las libélulas tienen mandíbulas poderosas para cazar y devorar a sus presas, pero no las utilizan contra los humanos. No poseen aguijón ni glándulas de veneno, por lo que no pican, y si se posan en la piel de una persona, lo hacen simplemente por curiosidad o descanso. Incluso si se las manipula, rara vez intentan defenderse, y en caso de hacerlo, su mordida no causa dolor ni daño. Esta reputación inofensiva, sin embargo, contrasta con su aspecto feroz, lo que ha llevado a algunos mitos antiguos a describirlas como animales peligrosos o simbólicos, aunque la ciencia los ha desmentido todos.
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Indicadoras de ecosistemas saludables
Debido a que dependen de ambientes acuáticos limpios para reproducirse y desarrollarse, las libélulas son excelentes bioindicadores. La presencia de múltiples especies de libélulas en un lugar suele indicar buena calidad del agua, diversidad biológica y un ecosistema equilibrado. Por el contrario, si desaparecen, puede ser una señal de contaminación, sequía o deterioro ambiental. Muchos biólogos las utilizan como referencia en estudios ecológicos, especialmente en humedales, donde su desaparición suele ser uno de los primeros signos visibles de degradación ambiental.
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Diversidad y colores
Existen más de 5.000 especies de libélulas registradas en todo el mundo, aunque se estima que podría haber muchas más sin identificar, especialmente en regiones tropicales. En algunos países como Japón, las libélulas tienen un importante valor cultural y simbólico: representan el coraje, la fuerza y la victoria.
En cuanto a su apariencia, sus colores iridiscentes no provienen de pigmentos, sino de la estructura microscópica de sus alas y exoesqueleto, que refleja la luz de distintas formas. Este fenómeno, llamado coloración estructural, les da un brillo metálico que cambia según el ángulo de visión, haciéndolas aún más llamativas.

Curiosas estrategias de reproducción
La reproducción en las libélulas no solo es visualmente llamativa, sino también compleja. Antes de la cópula, el macho transfiere su esperma desde el extremo del abdomen hasta una estructura secundaria más cerca del tórax. Luego agarra a la hembra por la cabeza o el tórax usando unas pinzas especializadas. Ella, para completar el proceso, debe curvar su abdomen hacia delante formando la "rueda de apareamiento".
Además, algunos machos utilizan una especie de cepillo para limpiar restos de esperma de otros machos que puedan quedar en la hembra, asegurando así su paternidad. Después, la hembra puede poner los huevos sola o acompañada del macho, que en algunas especies permanece con ella para evitar que otro macho la fecunde.
No son lo mismo que los caballitos del diablo
Aunque a menudo se confunden, las libélulas y los caballitos del diablo (Zygoptera) pertenecen a subórdenes distintos dentro del mismo orden de insectos, Odonata. Las diferencias entre ambos son notables si se observan de cerca. Por ejemplo, cuando están en reposo, las libélulas mantienen las alas extendidas de forma horizontal, mientras que los caballitos del diablo las pliegan hacia atrás, a lo largo del abdomen.
Además, las libélulas tienen cuerpos más robustos y ojos grandes que se tocan o casi se tocan en la parte superior de la cabeza, mientras que los caballitos del diablo tienen cuerpos más delgados y ojos más separados. Ambos cumplen roles ecológicos similares, pero sus comportamientos, vuelos y aspectos físicos reflejan adaptaciones distintas.
Aquí te contamos más sobre la Diferencia entre libélula y caballito del diablo.
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- McKenna, F., & Colver, E. (Eds.). (2019). Dragonfly information pack. British Dragonfly Society. Disponible en: https://british-dragonflies.org.uk/wp-content/uploads/2019/04/BDS-Dragonfly-Information-Pack.pdf