Curiosidades de los caracoles

Al igual que los pulpos, calamares, mejillones, ostras y entre muchas otras especies, los caracoles son animales invertebrados que debido a sus características anatómicas, morfológicas y fisiológicas, pertenecen al filo Mollusca. Por otro lado, se encuentran dentro de la clase Gasterópoda en la que encontramos caracoles de agua salada, dulceacuícolas e incluso terrestres.

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Los caracoles presentan una concha de una pieza (univalva) que puede estar arrollada o no. Dicha estructura presenta una gran diversidad de formas, tamaños y coloraciones, contiene y protege a los órganos internos del caracol y suele estar constituida por tres capas:

• La capa más externa o periostraco: que tiene aspecto córneo y se encuentra cubierta por conchina, un material que brinda protección a las capas contiguas.
• La capa prismática: que se halla por debajo del periostraco y está formada por prismas de carbonato de calcio.
• La capa más profunda o nacarada: de aspecto liso y brillante, fácil de observar en especies acuáticas.

Muchas personas piensan que los caracoles cambian de caparazón o concha, pero esto no es así, ya que este crece junto con el animal y forma parte de él al igual que las tortugas.

Los caracoles poseen un pie musculoso, plano, con glándulas secretoras de moco que ayudan al animal a desplazarse y afianzarse sobre distintas superficies como hojas, troncos, piedras, etcétera. En algunas especies como aquellas que se encuentran sujetas a rocas este se encuentra reducido. En algunos especímenes acuáticos, el pie se ha modificado como una estructura involucrada en la natación, similar a una aleta. En aquellos individuos que habitan en fondos arenosos y blandos, el pie está adaptado para excavar, mientras que en otros caracoles puede funcionar como ancla o escudo protector.

En la cavidad bucal de los caracoles existe una estructura denominada "rádula" que contiene una gran cantidad de dentículos quitinosos recurvados que los ayudan a raspar, limar e incluso cortar y desgarrar el alimento. Esto varía según los hábitos alimenticios de cada especie en particular, es decir, si son herbívoras, carnívoras, detritívoras o carroñeras.

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En aquellos sitios que poseen otoños e inviernos crudos, los caracoles hibernan, protegiéndose de las bajas temperaturas. Asimismo, pueden disminuir su actividad cuando las temperaturas son muy elevadas o en condiciones de sequía (estivación). Durante este período, se encierran en su concha y sellan la apertura con una capa de moco endurecido llamada epifragma, lo que les ayuda a mantener la humedad y reducir la pérdida de agua.

Algunas especies de caracoles son hermafroditas, esto quiere decir que presentan órganos reproductivos funcionales de ambos sexos: masculino y femenino. Aunque generalmente los caracoles dependen de la fecundación cruzada y necesitan encontrar una pareja a la hora de reproducirse, existen excepciones como Pseudosuccinea columella que es capaz de autofecundarse.

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La mayoría de los caracoles son ovíparos. Después del apareamiento, las hembras depositan sus huevos en lugares húmedos y protegidos, como debajo de hojas o en la tierra. El número de huevos varía según la especie; por ejemplo, el caracol de jardín (Cornu aspersum) puede poner entre 80 y 120 huevos en una sola puesta. Estos huevos suelen ser pequeños y blandos, con una cáscara que se endurece levemente al contacto con el aire. En las especies acuáticas los huevos fecundados, encerrados en cubiertas transparentes, pueden ser expulsados y quedar flotando con el plancton o pueden quedar unidos al sustrato en capas gelatinosas. Por otra parte, muchos caracoles dulceacuícolas son ovovivíparos e incuban a sus huevos en el conducto paleal.

Aunque parezca muy extraño, en la naturaleza existen caracoles venenosos. Por ejemplo, algunas especies marinas como los cónidos (Conus) tienen un arpón hueco (que es una modificación de la rádula) que al ser lanzado sobre su presa se llena de una neurotoxina denominada conotoxina. Esta conotoxina bloquea la conducción nerviosa e inmoviliza los músculos de las presas. Por otro lado, los individuos de la familia Turridae, caracoles marinos depredadores, presentan una glándula venenosa utilizada para capturar el alimento o incluso defenderse frente a depredadores.

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El caracol gigante africano (Achatina fulica) es el caracol más grande del mundo ya que puede alcanzar 30 centímetros de longitud y 10 centímetros de diámetro y pesar más de 30 gramos. Su concha posee forma de cono y es puntiaguda y su color varía de marrón a rojizo según el ambiente en donde se encuentre. Es una especie omnívora que provoca grandes impactos en los ecosistemas por su elevada voracidad y por competir con los moluscos nativos, desplazándolos. Además, es hospedador de bacterias y parásitos potencialmente peligrosos para los seres humanos.

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